sábado, 29 de mayo de 2021

El Problema de He-Man

A principios del año pasado, o más bien, a principios de la cuarentena, vi la miniserie argentina de Bruno Stagnaro, Okupas. Y me encantó. Es como un acompañamiento necesario a Pizza, Birra, Faso, la película sobre la marginalidad porteña que sacó a finales de los noventa el célebre director. Okupas relata la historia de Ricardo y como le toca a él y un grupo de amigos mantener y luego ocupar de forma ilegal una casa de la familia. La serie logra ser muy entretenida al tener un casting muy carismático que tiende a manejar diálogos comunes -como los que uno tiene con sus amigos-. Y también logra ser muy tensa. La serie quiere mostrarte la otra cara de Buenos Aires, su criminalidad. Por eso toma la elección de Ricardo, un perejil de clase media, como protagonista: nosotros, como audiencia, nos abrimos paso a este mundo nuevo, sea el caso de que no lo conozcamos, claro está. Y quien nos lleva es el Pollo: Pollo es el amigo al que Ricardo contacta para que lo acompañe en la casa, y es uno del que se distanció y no parece ser consciente de que anda en asuntos bastante turbios en la peligrosa zona conocida como Dock Sud o el Docke.

El cuarto capítulo, El Beso de Judas, es cuando la serie revela sus colores: Ricardo decide ir al Docke -en lo que vendría a ser la mitad del capítulo- a buscar a Pollo y se encuentra con los amigos con los que el Pollo se había peleado-cosa que Ricardo no sabe- para ver si saben donde está. Estos -y su intimidante lider, el Negro Pablo, interpretado por Dante Mastropierro- lo boludean un rato y cuando se hace muy tarde intentan violarlo para enviarle un mensaje al Pollo de que con ellos no se jode. La secuencia es aterradora: Ricardo entra en shock cuando entre tres lo desnudan mientras una vieja que está en el departamento -váyase a saber el por qué- se ríe de la situación-. Es un momento aterrador, puro pánico. Por suerte, llega la caballería y Pollo, Chiqui y Walter le rescatan. Es una instancia de quiebre de la serie, cuando nos deja bien claro que no es una sitcom de un grupo de amigos y sus desgracias de humor negro sino un hiperrealismo macabro sobre la marginalidad que solo puede ir escalando. Y escala: Okupas tiene un mal final. No en el sentido que sea de mala calidad, sino de que las cosas terminan mal para nuestros protagonistas: Severino y El Chiqui mueren y la amistad entre Walter, Ricardo y Pollo se acaba. Pero este es el único final que Okupas puede tener, es un final perfecto que nos regresa al principio: empiezan separados, terminan separados, los une la marginalidad y el delito y esta los separa. Es genial.

Así que podrán imaginarse mi sorpresa cuando me encontré que gran parte de la gente de Internet tenía una especie de admiración macabra en relación con el Negro Pablo. Que, ah ver, es común. Los villanos son mejores en tanto son personajes carismáticos y no de una dimensión. Nos gusta Azula en Avatar, Darth Vader en Star Wars, Aizen en Bleach. Yo tengo villanos favoritos también, como Dos Caras por ejemplo. Lo que tiene un buen villano es que generalmente es un espejo distorsionado o una antítesis del protagonista y esto último es el caso Ricardo/El Negro Pablo. Ricardo es un perejil de clase media que no tiene una motivación clara en la vida y que generalmente requiere que lo ayuden para hacer cualquier cosa. El Negro Pablo es un personaje de clase baja que se hizo a sí mismo como un capo del Docke, una zona peligrosísima; es implacable, decidido, da la cara y no necesita que vengan a salvarle las papas sino que tiene calle y se las arregla por sí mismo. Pero, de vuelta, Okupas no quiere que estemos del lado el Negro Pablo. Más bien, Okupas no quiere que tomemos bandos en general, es una crónica violenta sobre la marginalidad en Buenos Aires. Sin embargo, si hay una conclusión para sacar del Negro Pablo es que es un individuo muy peligroso del cuál lo mejor es alejarse lo más posible, alguien capaz de matar a sangre fría y que es el síntoma más preocupante de un sistema corrupto y roto que pone a la gente en un vale todo. Negro Pablo es un tipo que está dispuesto a violar a alguien que no le hizo nada y era completamente inofensivo para él solo para enviarle un mensaje a el Pollo. Que sí, que el Negro Pablo podría creer que Pollo lo envió a Ricardo para quien sabe que motivo pero seamos sinceros, el personaje de Ricardo ya estaba establecido para ese momento: es un aparato, no caza un fulbo de nada de lo que ocurre a su alrededor, y el Negro Pablo no tenía necesidad de tocarle un pelo. En resumen, es indefendible lo que hizo. Y aún así.

El Negro Pablo terminó volviéndose una especie de ídolo de la calle, o al menos hay muchos memes que parecen indicar que tiene una sabiduría federal o masculina o no se, alguna pelotudez del estilo. Y de vuelta, no digo que esté mal querer un personaje que haga cosas cuestionables o que toma el rol de némesis, etcétera, etcétera. Dante Mastropierro hace un personaje de putísima madre y Okupas sin el Negro Pablo es tan concebible como Los Simuladores sin gente a la que hacer simulacros. Pero me lleva este personaje en específico a hablar de algo que ya se está haciendo común. 

He-Man y muchos otros programas de Hanna Barbera que tenían alguna que otra intención educativa continuaron una vieja tradición literaria. La de la moraleja. Es muy simple el funcionamiento: una historia empieza a partir de una premisa generalmente negativa, esta se resuelve de forma positiva y se da una lección textual al final para que el público entienda el mensaje. Son comunes en el público infantil porque se asume que a corta edad los niños quizás no entiendan lo que se les cuentan. Que no entenderán que la liebre perdió la carrera por no esforzarse o que a Caperucita no se la habría comido el lobo si le hubiera hecho caso a su madre. Se ponía la moraleja por si acaso, porque se creía y se cree que los niños no tienen capacidad de razonamiento en general y que mejor que le mastiquemos el núcleo temático y se lo escupamos en la boca. Okey, estoy siendo agresivo y exagerando: los infantes requieren ayuda en este tipo de cosas en alguna medida seguramente. Digo, es más experimental y creativa la programación del Cartoon Network del 2015 que la de Telefe o Fox en todas sus respectivas historias pero shh, tranquilos, ignoremos ese pequeño asunto. En síntesis a las historias para niños les ponen moralejas al final en caso de que si el chico no captó el mensaje se lo estampamos en la cara y listo. Es algo que se hace en consideración al público. Y yo no tendría problemas. . . si no pasara con los adultos. Recuerdo que un capítulo de Star Trek: La Nueva Generación literalmente te exponía los temas en la cara y yo me había enojado mucho porque dale, que tan idiota puede ser el público. Oh, Dios, cómo pude ser tan inocente.

Resulta que la inteligencia y la edad son cosas relacionadas pero que no van de la mano y los imbéciles vienen de todas las edades y colores. Bueno, vuelvo a ser agresivo, pero me entienden a lo que voy. Es muy fácil que una obra que no debería ser interpretada de algunas formas sea interpretada de algunas formas. Me pasó a mí: creía que, por ejemplo, Attack on Titan creía en X, pero terminó de una forma que me convenció de que no, siempre creyó en no-X, y la única razón por la que hablo en valores de lógica es porque no quiero amenazas de muerte por spoilear. Si, pasa que el mensaje a veces no es tan claro, pero es que, por Dios, ¿cómo podes perderte un punto que está en tu cara con tanta pregnancia? Es como no ver el sol. Es como escuchar Mil Horas y decir “wow, esa mina sí que lo trató bien al pibe, eh”. Quizá crean que estoy inventándome un hombre de paja con el cual enojarme, pero no, porque sino déjenme que les cuente la tragedia de Alan Moore el Inglés. 

Znyder, como te odio. No me malinterpreten, no estoy siendo jocoso, el tipo me desagrada. Si difieren conmigo en esta cuestión yo no me voy a enojar si se van y lo dejan acá. Tengo paz interior, creo en el desacuerdo. Mi problema con Zack Znyder es que inauguró una movida cultural dentro de las muchas comunidades de virgos, pero sobre todo la del cómic, que me parece desagradable: lo violento y sepia como cool, lo edgy, básicamente. A ver, él no lo inventó, tenemos que agradecerle eso a tipos como Rob Liefeld o el manga ochentoso. No, él solo lo reflotó de vuelta -porque nos habíamos librado de este cáncer en los noventa tardíos y los tempranos dosmiles- en el ámbito del cómic con su adaptación de Watchmen. Y es irónico -bueno, sería irónico si el universo no estuviera conspirando contra Alan Moore- que esta obra cenital del medio sea la causa de la misma ola cultural de vuelta. 

Watchmen es un comic anti comic de superhéroes. No es un cómic de superhéroes, leerlo no se siente como si leyeras Spider-Man o Superman o, no sé, los Young Avengers. Es una deconstrucción: piensa el género en su conjunto y dice: “Hmm, esto es una soberana cagada”. Esto lo hace desmontando tropos de superhéroes. Manhattan es una tesis de que si Superman existiera sería una herramienta del gobierno estadounidense y que por tener semejantes sentidos y poderes se sentiría completamente ajeno a nosotros. Rorscharch y El Comediante directamente te escupen en la cara con la idea del vigilante violento: son una fantasía de la derecha fascista paranoica -sí, dije derecha fascista, Alan Moore es un anarquista por si no saben- que solo puede realizarse como fuego purificador, dando garrote o reprimiendo. Y Nite Owl y Ozymandias son tackles a Batman: el primero es alguien que se hace vigilante porque es un perdedor y no sabe que hacer de su vida y cuando deja de serlo sigue siendo un perdedor que no sabe qué hacer con su vida y su fortuna; y el otro es un aristócrata que se cree que tiene sangre azul y está desinteresado con la humanidad, considerando que el puede realmente superar el paso inexorable de la historia. El superhéroe se distorsiona, se vuelve un sujeto inseguro y ansioso que para completarse recurre a la violencia y se termina volviendo de una forma u otra un adicto a ella. Es algo que lo completa hasta de forma erótica, el comic mismo te dice en la cara que es como un fetiche. Así que Watchmen se publica, tiene mucho éxito, y el público no capta el mensaje.

Caemos en la edad oscura de los 80s-90s, caracterizados por comics violentos de superhéroes unidimensionales y con un diseño exageradísimo que creen que por mostrar sexo y violencia realmente llegan a la “profundidad” o -peor- “epicidad” de Watchmen. Ya saben, porque eso es lo que quería Alan Moore que sacaran como conclusión de Watchmen. Que necesitamos superhéroes violentos, no que los superhéroes son una muy mala idea. De paso Juego de Tronos quiere que vos saques la conclusión de que el romanticismo medieval nostálgico representa la realidad y Crimen y Castigo que el homicidio está bien. Pero así es como está la cosa y así es como están los cómics de vuelta gracias a Znyder. Habíamos superado esta etapa gracias a autores más optimistas o con tres dedos de frente como Grant Morrison o Alex Ross que reconstruyen el género, pero como decía Mariano Moreno si los pueblos no se ilustran mudan tiranos mas no tiranías y estamos en la misma puta situación de vuelta con cosas como el BatMetal. Por suerte Marvel aún no cayó en eso porque a veces Dios tiene piedad.

Sin embargo acá es donde ustedes podrían decir que yo estoy siendo un elitista de mierda. Que quién soy yo para decidir cuál es el mensaje o no de una historia, y porqué no puedo aplicar una muerte del autor e irme con la idea de que Watchmen va de lo basado que es Batman y que quien me creo que soy, ¿Dios?. Y a las tres cosas respondo que yo no decido cual era el mensaje que la historia quería contar; que yo no creo en la muerte del Autor ni en la separación de autor y obra, si no todo este análisis no tendría sentido alguno pero si ustedes sí, no sé qué pingo hacen acá; y que sí, soy Dios. Para continuar tratemos un asunto más bien de método.

Lore sobre mi persona, soy estudiante de filosofía y en esta parte de la carrera estoy viendo filosofía moderna y un hilo conductor de ella es el problema del método. El cómo sabemos las cosas. Si bien había ingredientes previos que explicaban cómo era ineludible la discusión sobre el cómo sabemos -la Revolución Científica, la Conquista de América, la Reforma y Contrarreforma- una buena fecha para iniciar la discusión sería la Apología de Raimundo Sabunde de Michel de Montaigne, en la que el autor defiende un tratado de teología racional -esto es, defender al catolicismo desde la razón- desde el escepticismo. El escepticismo es una tradición filosófica antigua que plantea que el saber humano es imposible porque para todo motivo que pueda tener una persona para creer en algo hay un contra-motivo suficiente así que mejor admitimos que no sabemos nada y vivamos sin preguntarnos el porqué de nada. El ensayo tuvo mucho impacto y se formó una grieta por así decirse para determinar cuál es el método para decidir cómo sabemos lo que sabemos entre empiristas y racionalistas hasta que Kant nos salvó las papas con el criticismo. Traigo esto como anécdota para hablar de que el problema de cómo decidimos la validez del saber que sacamos de las cosas es viejo como la injusticia. 

Lo mismo pasa con la ficción, el arte. ¿Cómo decidimos que la pintura es una metáfora sobre el pasaje del tiempo o si el pintor simplemente quería pintar un cuadro con unas margaritas medio rancias? ¿Cómo sabemos si una película bélica quiere que pensemos que la guerra es el infierno si cada escena con violencia militar es un espectáculo despampanante? ¿Cómo desciframos las letras del Indio Solari? No, en serio, ¿cómo se hace eso último?  Bueno el método que yo recomiendo es simple. Primero prestás atención a lo que estás consumiendo. Alucinante, lo sé, pero usualmente el primer paso para entender algo es poner algo de esfuerzo de parte tuya y pensar lo que pasa. Si es un libro ver qué palabras se repiten o que expresiones se usan para describir algo. Si es una película es ver el diálogo, la forma en que se filma cada escena, el uso de recursos como iluminación o color, cómo cambia cada escena, el uso de soundtrack. Con un videojuego trato de examinar el lore o los diálogos secundarios y ver hacia donde van los verbos, las mecánicas. Y con los cómics entra mucho en acción una combinación entre la narración del guionista con la ejecución estética del dibujante. Todo esto suena obvio, ¿verdad? Bien, porque lo es. La mayoría del tiempo cuando una historia te quiere decir algo te lo dice en la cara. Es evidente que Apocalypse Now va de cómo la guerra es la máxima locura de la humanidad, es evidente que Macbeth va sobre cómo la ambición por el poder solo puede terminar en tragedia e injusticias, que Flashpoint Paradox va sobre cómo tenemos que aceptar el pasado y seguir adelante, que Demon Days es sobre cómo el mundo se está yendo a la mierda y no hay forma de detenerlo y que esto duele, y que Stanley Parable es sobre si los jugadores somos realmente libres cuando jugamos o si todo es un tremendo chamuyo. Si prestan atención todo se hace comprensible siempre. Incluso Evangelion: el segundo capítulo te tira el dilema del erizo ý ese es todo el punto de la serie. 

Mi segunda sugerencia sería el contexto en donde se produce la obra. Esto vendría a ser una combinación de la biografía y la postura ideológica del autor tanto como el país en el que vive y el período histórico que lo trastoca. Si yo hubiera sabido en mayor profundidad la ideología de Isayama no habría inferido una conclusión temática contraria a la que tuvo Shingeki no Kyojin. Pero si preferimos evitar el spoiler, quedémonos en Watchmen y solo para hablar de algo diferente a las comiquillas por un segundo y para ir más a la sombra del autor que la de su contexto, The House that Jack Built. Watchmen es, de vuelta, una obra de un anarquista que tenía tan buena relación con la industria de los cómics como yo con mi yo del pasado. Había hecho previamente Miracleman, donde ya se esbozaba la idea del super como pesadilla tiránica de poder. Y su ideología ya estaba esparcida en su maravilloso Swamp Thing, lean la Cosa del Pantano, American Ghotic, Sophisticated Suspense son dos títulos que les quedan cortos. Y esta obra se hizo cuando la guerra fría se había puesto notablemente caliente, digo, por si era necesario aclarar el temor a la bomba que la obra presenta. The House that Jack Built, por su parte, es la primera película de von Trier posterior a su famosa trilogía de la depresión. Esto era fruto de, sorprendente, la propia depresión del director y la primera, Antichrist, ya medio indicaba que si no bastaba con lo inquietantes que eran los cambios de posición de von Trier su uso de la violencia es aún peor. Consumí de todo tipo de gore pero solo el maldito danés me hace sufrir de tal forma. Pero la película es más meta porque en ella von Trier se pregunta por sí mismo. Es decir, toda la película es von Trier preguntándose si él es realmente un artista consumado y culto en su obra que quiere expandir los límites del cine -Jack tiene razón- o es un pretencioso de mierda que le gusta causar disgusto a la gente -Virgilio tiene razón-. 

Pero nombre previamente a la muerte del autor y otras variantes más débiles como división obra/autor y más mierdas del estilo así que cuál es mi postura ante esto. Bueno, para empezar los textos no se hacen del éter y generalmente quien lo escribe por lógica es un ser humano y resulta que todos los seres humanos vivimos en una sociedad. Y de la misma forma que cuando construimos una mesa talamos un árbol y tenemos un diseño en mente, es decir, usamos materiales externos e internos para hacer las cosas, bueno, lo mismo con el arte. Lo externo es evidente. Pinto con acuarela, escribo con un teclado, dirijo con una cámara, programo en C++. Es evidente que el arte usa componentes externos. Y también internos. Uno se imagina la trama antes de ponerla en tinta y no va a poner cualquier trama. Estámos de acuerdo que no importa que tanta imaginación tuviera Aristófanes él no podría escribir Friends, ¿verdad? Y no, no me refiero a hacer una sitcom con seis amigos protagonistas. Yo me refiero a que Aristófanes va y se imagina todo lo concerniente a Friends: el contexto neoyorkino, la cultura pseudo equitativa en cuestiones genéricas, todo. Bien, no podría. Pero como ya hablé previamente, solo Aristófanes, de la misma forma que solo los guionistas detrás de Friends, podrían darnos sus obras como tales. Pero eso no explica el fenómeno que tenemos entre manos. 

Verán, el autor no está muerto. Pero tampoco está vivo. Podría decir que tiene un coma pero eso podría ser insensible y me gusta más el título que me inventé. El autor zombie. El autor no está ni vivo ni muerto, depende más bien de tu criterio. Vivimos en el foro: todos tenemos derecho a opinar sobre lo que pasó en el día y todos podemos hablar de Battlestar Galactica y eso produce que la gente diga A y otros digan B. Y si bien los principales guionistas de la serie pueden aparecer y decir que ni es ni A ni B sino C, eso le puede chupar un huevo a mucha gente. O ni siquiera, porque la gente puede ni enterarse porque, respondanme con candidez: ¿cuántas veces luego de terminar una obra fueron y buscaron entrevistas con el autor o cosas del estilo? Ya me parecía. Yo lo hago cuando algo no me queda tan claro. Pero que yo diga que el significado real de la obra es lo que el autor imprimió en ella no explica ni soluciona la situación de que la gente piense que el Guasón es un ídolo. Por eso postulo que el autor es un zombie. Está vivo, pero para el mundo no tanto o más bien no importa si lo está porque si yo digo que American Psycho o Plata Dulce van de lo copado que es ser un tipo de las finanzas por más que parezca que parece que no vi las películas, la verdad es que las ví y esto es el internet y alguien debe estar de acuerdo.

Veamos el caso de Matrix. Matrix es una película sobre rebelarse. Contra el sistema. ¿Qué sistema? Todos. Tenes que rebelarte contra el gobierno, la clase alta, el manejo de la información, la percepción de la realidad, los roles de género, contra vos mismo. Con todo. Hay que incendiar la casa. Todo se puede resumir en que uno debe darse cuenta de que no es que las cosas simplemente andan mal sino que no hay un camino de reforma, el cambio sólo puede conseguirse con una revolución. Si no extirpas de raíz al sistema el sistema permanece. La película es muy obvia con eso. Las máquinas, nuestros hijos enojados con nosotros y nosotros con ellos, nos tienen de ganado, nos dan una vida simulada basada en gustos y disgustos físicos y libidinales y a cambio extirpan energía de nosotros. Es un sistema inadmisible moralmente, tenemos que arrancarnos las vendas de los ojos, salir de la Matrix, tomar la pastilla roja y dirigirnos en contra del sistema. Pero quien esté mucho tiempo en el infierno que son los otros que es el internet escuchó en algún momento redpill.

La escena más importante de Matrix es en la que Morfeo le ofrece una pastilla azul -volver a la cama, continuar soñando, rendirse a la Matrix- y una roja -seguir al conejo blanco y ver que tan profundo va el agujero, ver la realidad, rebelarse-. Es un clásico. Pero el sistema es el imperio en Roma, el Partido en la Unión Soviética y el Gobierno en casi todo el mundo. Y si no, hay quien percibe distintas cosas como el sistema opresor. Así surgió un subgrupo de hombres que creían que el feminismo progre es el sistema y que tomarse la pastilla roja significa ser un machote y desligarse de todo esto. Y hay razones para que puedan caer en esa conclusión. Matrix me encanta pero no deja ser un poco una fantasía de poder, una idea de la revolución cool y basada que protagoniza un nerd bajo toda regla pero que por ende cualquiera podría protagonizar. No estoy en contra de la acción en Matrix, ella es la razón por la que película es un éxito global y sea disfrutable. Pero lo de ser el más capo sigue ahí. Sin embargo, las Wachowski hicieron una película sobre revelarse contra el sistema, tanto el sistema de vigilancia, como el cistema, con c al principio. 

Miren, no es el lugar que me corresponde, no me toca hablar de la identidad trans pero la película trata el tema nos guste o no. Matrix está llena de simbolismo transgenero. Podemos hacer una lista. Neo vive una doble vida: de día es un empleado oficinista llamado Thomas Anderson y es una vida mediocre y que no lo realiza, pero de noche es Neo, activista hacker. El Agente Smith siempre que se enfrenta a él se refiere como Anderson porque sabe que con eso lo devalúa: Neo no se reconoce a sí mismo en ese nombre y vence finalmente a Smith reafirmando su identidad como Neo. Cuando Morfeo dice el legendario: “está empezando a creer” puede, si se quiere, inferirse que lo que Neo empieza a creer no es solo que la rebelión y la victoria de la humanidad es posible sino que el puede ser una versión con la que se sienta más cómodo y acorde a sí mismo, alguien que exprese su verdadero ser. Después tenemos dos personajes femeninos, Trinity y Switch, dos miembras del grupo de Morfeo. La primera vez que se conocen Neo directamente le dice a Trinity que se parece un poco a un hombre y ella responde que es algo que le dicen seguido. Switch, además de ser notablemente andrógina, originalmente iba a tener una discordancia mucho más marcada: iba a ser un hombre en la Matrix -o sea, en el mundo ficcional virtual que la estructura maquinaria crea para dominar a la humanidad y que la humanidad permite continuar por la adoctrinación que le impone- y una mujer en la realidad, viviendo como prisionero virtual masculino y en la realidad como una mujer, un interruptor, un switch. Hay personajes en la saga que dicen que ojalá hubieran salido antes de la Matrix, que ojalá hubieran podido vivir realmente como son. Y si no basta tenemos la pastilla roja: el estrógeno se vende en pastillas rojas, lo que toman las mujeres trans al transicionar, cosa curiosa porque -y no bastan las negritas- SON LAS DIRECTORAS DE LA PUTA PELÍCULA CONSUMEN Y CONSUMÍAN. Eran los hnos. Wachowski antes y al estrenarse, poco después transicionó Lana y luego Lily y ahora son las hnas.  

No es que Matrix vaya solo de la identidad trans, pero es algo inescindible de la película. Y sin embargo, caemos en un problema. Muchos de los temas señalados en el previo párrafo pueden pasarlo a uno de fondo por falta de contexto o también porque son conflictos humanos que trascienden la cuestión trans. El conflicto del sistema contra tu identidad, del yo que copó la ideología del sistema y el yo que quiere vivir es uno propio de la identidad trans tanto como de las demás, es un tema de la alienación del individuo en general que toma diferentes formas en distintos sujetos. Así que, ¿qué situación tenemos entre manos? Bueno, tenemos el siguiente problema: los autores crean obras que comunican sus posturas ante algo, y luego, como quien no quiere la cosa, ese mensaje no cala. ¿Por qué Matrix es interpretada como pro masculinista? Porque cae en el problema de su espectacularidad y los problemas que trata siguen siendo gran medida muy universales tanto como muy oscuros, así que aunque muchos aspectos de la película te digan X, es posible que interpretes No-X y anti-X. De vuelta, a Switch la censuraron: iba a ser ese personaje previamente descrito y la reemplazaron para evitar confusiones, aunque dudo que sea realmente ese el motivo la verdad sea dicha. Matrix tiene componentes fáciles de interpretar que pueden llevar a uno a concluir que es una fantasía de poder masculina, y componentes más oscuros de interpretar que pueden llevar a que uno no concluya que esta es una obra queer. 

Por esto llamo yo "el Problema de He-Man" a esta situación engorrosa. Pareciera que incluso aunque le pusieran un cartel en la cara al público que dijera de qué va la obra, que la película se frenara a la mitad y apareciera por arriba el director diciendo algo como “oh sí esta comedia romántica va de cómo no existe el príncipe azul y que tenemos que contentarnos con quienes nos aman, que a su vez hacen un esfuerzo enorme para acompañarnos en la vida” y luego continuará, el público aun así no se da cuenta. Falta comprensión lectora y tenemos el problema de que a todos los boludos como yo que nos importan tres pingos interpretar las cosas nos volvieron en paragones de la pretensión. Y es verdad, algo de ese componente hay, pero, ¿creen que inventamos el concepto de tema literario? ¿de simbolismo? No, no lo hicimos. Se entiende que el arte apunta a algo, al menos a un atisbo de algo. El problema vendría a ser (al menos para mí, de vuelta, si sos del palo de la muerte del autor esto te debe pasar de largo) la pérdida en la traducción, como hay una contradicción notable en lo narrado y la recepción de lo narrado. La única solución que puedo dar es que el autor no emplee recursos que puedan evitar que la audiencia concluya lo contrario de lo que dice y que el público ponga de su parte a la hora de consumir cultura. Esto solo puede hacer el diálogo y la crítica sobre el arte más rico y plural. Y esa es la moraleja de este ensayo.