miércoles, 11 de noviembre de 2020

El mal - San Agustín y el Señor de los Anillos

Neoplatónicos I

El Mal

El mal en Tolkien existe. No como concepto. Sino como una fuerza real.

Agustín de Hipona se inspira en los neoplatónicos (sobre todo el cristiano Mario Victorino) para tratar de comprender la existencia divina. De ellos saca la noción de Uno y esta es la que emplea para entender como Dios crea la existencia. El Uno es un ente tan masivo, tan grande, es tanto que no es. Porque excede al ser. De ahí que se tenga que predicar negativamente. Por su exceso de ser, crea la realidad, ella se emana de él. San Agustín da un ejemplo muy poético para comprender la naturaleza infinita del Dios negativo con respecto a su creación, el universo: Dios es un oceano que permea todo, y la realidad es una esponja empapada de su ser.

Pero este Uno al que regresamos, porque el efecto causado debe por naturaleza volver al que genera, realizar la procesión, es Bueno. El es el Bien, actuamos acorde a el para regresar a su constitución, acorde a su ética.

El Anillo de Poder es una fuerza que corrompe. Es el instrumento creado para Sauron, el señor oscuro que asola la Tierra Media. Cuyo ejército saqueador de hombres crueles y débiles de espíritu, orcos y urukhais solo puede ser frenado por la coalición de todos los reinos de la Tierra Media: enanos, hombres, elfos. 

El Anillo está basado en el anillo de Gygas el pastor, quien con un anillo invisible conquistó un reino para sí. El Anillo no solo vuelve invisible, sino que lleva a cometer injusticia. Es el peso que destruye en cuerpo y espíritu a Smeagol, la voz oscura que susurra a los oídos de los puros hobbits hasta partirlos como cristal. Lo que hace que los grandes magos decidan usar su poder contra los inocentes. Es una fuerza mayor, que dirige. 

El porqué central de que el Uno sea el Bien es para probar como Dios nos hizo libres. Dios no contiene en sí el mal porque el mal no es: es negación, negación del bien. No crea ni tiene peso constitutivo, como si lo hace lo creado de forma positiva. Actuar de forma injusta es solo errar en el acto, no seguir el camino de la procesión, operar desde lo que no tiene valor constitutivo. Así puede haber libertad, demuestra San Agustín: pues podemos elegir si seguir el camino recto señalado por Dios-Uno, o errar. Pero este yerro no se valora en nada.

Tolkien postula algo contrario, seguramente sin darse cuenta o sin saber el problema central de los Maniqueos. Gandalf está equivocado: Saruman posee la razón, sigue el camino. La protección de lo natural no es el camino, sino su destrucción. Ante la libertad, lo valuado es la esclavitud. Desde la perspectiva Agustiniana, dar vuelta la ecuación y presentar una fuerza que por gravitancia lleva a actuar amoralmente y no prestar la bondad más que como el resultado de la voluntad de un puñado de grandes hombres.

Porque el mal hace mucho más sentido como una fuerza que lleva a los actos a realizarse y no el bien. Lógicamente, el bien es lo correcto. No hay ningún motivo para que nos hagamos daño. Que tengamos motivos para actuar manera injusta. Pero sin embargo, ahí está el mal. Siendo. Quemando a los ents. Arrasando los reinos enanos. Saqueando campiñas humanas. Y sobre todo, yace en nuestro mundo.

San Agustín tenía culpa. Temía que por sus actos, luego de convertirse, Dios lo castigara de igual forma. Tolkien no. El vio el colapso del mito del progreso europeo ante sus ojos, en las trincheras. En su pesimismo no muy atribuido, pudo conjeturar una fuerza como el Uno que nos lleva a actuar.

Pero no vio un Dios noble y eterno, explendor lumínico incompresible.

Vio un ojo de fuego.

domingo, 8 de noviembre de 2020

Primera semana de noviembre

El arco Chunin de Naruto es energía pura. Y la serie logra algo muy curioso como shonen: los malos se sienten malos. Tipo, las peleas con Sabuza u Orochimaru se sienten realmente como que quieren matar a los protagonistas. Al menos de momento. 

Espacio Profundo Nueve llego a una etapa que es bipolar: un capítulo comédico y feliz, y otro que te arranca el corazón del pecho. Me encanta.

Es muy interesante y demoledora la deconstrucción que realiza Martínez Estrada del Facundo. Pero, de vuelta, estamos leyendo el mismo libro desde otro ángulo: Facundo es Facundo, Multitudes Argentinas es Facundo pero positivista, El Payador es Facundo nietzscheano pero sin terminar de entender a Nietzsche y Radiografía de la Pampa es Facundo pero nietzscheano-freudiano y pesimista. Lo bueno es que aparentemente la recursividad del gaucho del Facundo termina luego del peronismo.

Averroes presenta una misma tesis de religión y filosofía buscando lo mismo pero por otro ángulo que presentaba ya Alfarabi. Más que eso, nada me llamó mucho más la atención.

Me vi la última del Señor de los Anillos, el Retorno del Rey. Si bien sentí que la trama del asalto final sobre Minas Tirith y todas las batallas campales me hacían en pensar en "vaya que conveniente" (que de alguna forma no sean masacrados todos en el primer asalto de asedio del objetivamente superior técnicamente ejército orco, que la caballería de Rohan sea imbatible ante el ejército orco y el ejército árabe -perdón, el ejército signado como asiático-, que Aragorn reclute al ejército fantasma y que las águilas gigantes decidieran aparecerse para pelear contra los nazgul), vale por sí sola en base al Cristo que tienen que sufrir Frodo y Sam. Sobre todo en el aspecto de las experiencias traumáticas. Me recuerda a cuando en Tokyo Ghoul Kaneki se vuelve incapaz de disfrutar la lectura luego de volverse Ciempiés o cuando en El hombre en el castillo alto el nazi no responde porque ya no es capaz de navegar. La experiencia traumática es tan fuerte que lo deja a uno roto.

Pero en base sólo a las películas (quién sabe, quizá en los libros es Cicerón el tipo y yo no idea porque vi los resúmenes de Jackson), puedo ver un poco porqué crítica Martín a Tolkien. Porque sí, Aragorn es un gran guerrero, un hombre noble y tiene la sangre de los reyes que pusieron a toda la Tierra Media en este problema para empezar (okey, quizá convenga dejar eso afuera), pero, ¿realmente eso lo califica para gobernar? O sea, discúlpenme la crueldad, pero como dijo Monty Python: "Una espada no es la base de un sistema político".

lunes, 2 de noviembre de 2020

Quinta semana de octubre

Es difícil hablar de la filosofía medieval porque a la gente le salte el agnóstico/ateo moderno en tres segundos. 

Termine la segunda del Señor de los Anillos, Las Dos Torres. Estuvo bastante sólida, mejor que la primera. La batalla a muerte en Helms Deep. Ver la locura de Saruman y Frodo desarrollarse lentamente. Lo desoladora que es la reacción de los Ents al ver el bosque quemado. 

Me vi Anticristo, de Lars Von Trier. Meh. Es muy densa. Y oscura. Pero lo es de una forma tan excesiva que no se entiende que quiere decir Von Trier. Si es que quiere decir algo. Y si bien logra provocar el "szszszs", el uh, que feo lo que va a pasar a ahora, nunca logra cobrarlo bien. 

Está bien Lake Mungo. Pero es francamente decepcionante que de la selección de películas de terror que hice la única aterradora (y probablemente la pieza más aterradora que vi en mucho tiempo) terminara siendo Candyman. Debo ver el Clive Barker Cinematic Universe completo.

Lugones fue un caso real de: corta un liberal y un fascista sangra.  

Leí un comic mediocre: The Wrenchies. Empezó bien y decayó.

Las segundas mitades de un cuatrimestre me ponen en modo vago. 

La última temporada en estrenarse de The Walking Dead. Malabarea mucho con las ideas y venidas de los actores, pero no es su culpa. 

Me publicaron un artículo. Soy feliz. 

¿Juan Escoto Erúgena? Ah, vos decís medieval Hegel.