domingo, 18 de julio de 2021

El Tiempo es Ilusorio si la Cabeza está en el mismo Lugar

 Autor: Sarmiento - Época: Guerras Civiles Argentinas - Fuentes Ideológicas: Ilustración y Romanticismo

Leer el Facundo es una experiencia legible. Es medio raro usar un adjetivo que en esta situación opera casi como una tautología, pero todo aquel que haya leído más de 10 libros sabe muy bien que hay libros y libros, unos hechos por gente a la que se le da bien y otros a los que no. Por suerte, Sarmiento usaba bien la tinta. Para mí desgracia, si bien comunica de forma efectiva el autor puntano, como lectura sigue siendo muy pesado. El texto está muy cargado de rencor y odio. Comprensible, Sarmiento tenía sus razones para odiar a Rosas. Pero creo que todos concordamos que se pasó un toque de mambo con el odio al gaucho, ¿no? Y no me vengan con lo de que su racismo está justificado porque el momento y el contexto y su madre. Esa lógica puede justificar el racismo ad infinitum llegado a cierto punto. El racismo se critica como la lacra que es siempre que se pueda porque, si no les llegó el aviso, como tal el racismo es propio de la modernidad, no de toda la humanidad. Pero continuemos. La Ilustración de Sarmiento se presenta en lo que debe ser el Estado a fundar y por el que lucho la Revolución de Mayo. Aceptable si decimos que fue por lo que lucho una facción, pero tomémoslo. El Romanticismo, sin embargo, es el aspecto que creo que debería ser tomado en cuenta. La noción de una necesidad histórica, de que algo debe, por la constitución de los pueblos, ocurrir. Acá es donde nace el patrón. Por un lado, el país tiene que ser unitario porque así lo dice su geografía desértica. Quien diga lo contrario se engaña así mismo. Por esa geografía desértica surge con necesidad el gaucho, el habitante del país que se hace del molde casi platónico que es la barbarie. Como tal, es una fuerza bruta con un amor pasional al rojo y que solo puede solucionar las cosas con violencia, siendo craneotómicamente imperfecto e incapaz de producir; lo único resaltable de él es su absoluta capacidad como guerrero y algún que otro talento que le genera vivir en la naturaleza. Y por el otro lado está la civilización, representada principalmente por Buenos Aires y todo hombre de ley, ciencia y arte que esté desperdigado entre las élites provinciales. La Revolución de Mayo fue la lucha de la iluminada Buenos Aires contra los reductos del bárbaro hispanismo católico absolutista que representó en su momento Córdoba, pero la polis intelectual para vencer a la salvaje tuvo que reclutar al gaucho, la tercera entidad que se dedicó a la guerra solo para imponerse en lucha al país, con sus referentes en Artigas, Güemes, Quiroga y Rosas, contra hombres de letras como Lavalle y Rivadavia. Pero no importa, porque Rosas civilizó al país con su tiranía, así que solo queda vencerle. Pocos gauchos quedaron con vida -y si Sarmiento logra lo que quiere, menos aún quedaran- y las leyes de la Ilustración podrán imponerse, se podrá crear un estado de buena ley, moderno en su economía, y capaz de atraer trabajadores extranjeros para crear una gran nación moderna.

Así lo quiere la historia. 

Autor: Alberdi - Época: Constitución del Estado Argentino - Fuentes Ideológicas: Liberalismo y Romanticismo

Las Bases es una lectura mediocre. El empleo de la tinta por Alberdi es tan emocionante y convincente como si alguien de pésimo humor te dijera que está bien y que no le sucede nada. No hay grandes distancias entre el tucumano y el puntano, salvo que la libertad en Alberdi se expresa más en cuestiones económicas. Los derechos liberales y la Constitución del Estado parecen importar más para que los capitales puedan moverse libremente que para que los ciudadanos argentinos vivan en condiciones de igualdad. Es necesario que para que el país se vuelva nación -porque la patria en Alberdi no es la sangre si no también los ideales y con gauchos, indios y negros no se puede hacer patria, que acá seguimos siendo romanticistas pero europeos, insufriblemente europeos, que si buscas cipayo te aparece el pelado- traer los gajos civilizatorios, ingleses y franceses, pero no para que se eduquen, sino para que trabajen -porque acá sigue a la educación por la cosa de Rousseau-. Así, no termina de quedarme claro si el país es una nación que decide su destino por sí misma en el marco de un conjunto de leyes que se dio a sí misma, o un cuerpo económico. Pero eso no importa, porque esto debe ocurrir para que la Argentina se vuelva una gran patria: lograr una constitución que exacerbe la libre circulación de capitales y la llegada de inmigrantes europeos del norte de Europa, en lo posible protestantes.

Así lo quiere la historia.

Autor: Ramos Mejía - Época: Pre-Yrigoyenismo - Fuentes Ideológicas: Positivismo y Lamarck

Las Multitudes Argentinas. Puta, que lectura. Volvemos a leer gente que escribe bien y mejor porque si Sarmiento te hablaba de algún que otro detalle en una batalla Ramos Mejía te narra campañas enteras y disturbios callejeros. Es delirante, como cree en el monismo metodológico te compara una revuelta con una ameba y con una descarga eléctrica y te dice que los hombres son elementos químicos y son el resultado de su ambiente tanto como Sarmiento. Pero Ramos Mejía da un salto dialéctico extra. Porque lo que dice él es que el arquetipo que tiene de base el gaucho no es la barbarie de Sarmiento sino el hombre carbono: un sujeto sin complejidad alguna que se vuelve turba por su existencia puramente física. Él es el motor verdadero de la historia: que hay mucho ideal sí y que todo bien con Belgrano y San Martín pero todos los éxitos militares del primero se dieron porque una montonera te mata con un cuchillo de un palmo y si bien el segundo pudo a partir del gauchaje crear un ejército modelo a la Europea y cruzar la cordillera para darle guiso al realismo español solo pudo hacerlo en tanto Güemes y un manojo de guerreros y guerreras pudieron mantener la frontera con el Alto Perú a base de Guerra de Guerrilla y lanza. La Revolución de Mayo se dio por las clases populares porteñas mestizas, dice sin asco el positivista, que querían sacarse de encima el dominio español por mero reflejo muscular. Pero el hombre carbono necesita un líder porque si no, se descarrila, y todos hasta Rosas fracasaron como meneurs. Principalmente, porque Rosas era un ajeno por completo a la barbarie y era muy atractivo, como también un hombre de acción. Se distinguía. Pero la Argentina del 1900 tiene problemas distintos. Principalmente, que las leyes de Alberdi nos trajeron a la mala Europa. Italianos, españoles, judíos del Este de Europa. Gente que vive amontonada en las ciudades y su mugre, con sus ideales peligrosos de izquierda, en la perversión de su sexualidad. Y los que surjan ricos de ahí podrían ser un meneur equivocado, un meneur que destruya a la gran nación que tanto nos tomó construir. Pero tranquilos, hay una solución para salvar el país: hay que imbuir a los hijos de los inmigrantes de signos patrióticos y dejar que el glorioso suelo nacional termine de nacionalizarlos, de volverlos argentinos, a medida que creamos un meneur civilizado que los mantenga a raya

Así lo quiere la historia.

Autor: Lugones - Época: Yrigoyenismo - Fuentes Ideológicas: Vitalismo y Modernismo Literario

Pedirle a alguien que lea El payador debería ser penado con fusilamiento en la plaza pública y cremación del cuerpo. Si bien tiene buena prosa, los planteos son tan estúpidamente ridículos que todo dejo de buena escritura se pierde en el constante pensamiento de que en vez de leer a Lugones podría estar mezclando material para poner ladrillos porque eso sería objetivamente no solo más constructivo sino más productivo filosóficamente hablando. Agarrense, que la subnormalidad viene con fuerza acá. Si bien, como antes, el gaucho recibe una lectura un poco más positiva, lo hace en el marco de la extraña teoría delirante de la humanidad de Lugones: el legado hercúleo. Dice el autor que es el poeta (no el científico o filósofo) quien tiene la posta en el análisis de la realidad, tanto en su parte política como en su aspecto natural. Y que del Martín Fierro de Hernández hacia atrás se puede hacer una historia genética de la civilización guerrera y poeta: El Cantar del Mío Cid de los anónimos caballeros españoles, el Cantar de Roldán de Francia, La Eneida de Virgilio y por último y al principio, la Ilìada y la Odisea de Homero. Estos poetas interpretan rectamente la realidad y producen una épica que captura la esencia y espíritu de la nación además de que une en bandera común a la patria. El Martín Fierro del mediocre Hernández es el canto sobre el épico gaucho guerrero, que está a la talla del albanés o el jinete marroquí, quien muere por la nación, siguiendo las órdenes del caudillo, porque es parte del legado hercúleo por su sangre hispana pero también es barbarie por ser mitad indígena (siendo el resultado de la toma legítima del español por sobre la india), de esto que tenga que morir para salvaguardar la patria en toda su grandeza. Y la élite (no olvidemos que Lugones presentó El Payador ante la élite porteña durante las tensiones de la ley Saenz Peña) debe recuperar el Martín Fierro para unir a la chusma ultramarina que amenaza con poner en peligro a la Argentina.

Así lo quiere la historia.

Autor: Los Irazusta - Época: Crisis del '29 - Fuentes: Fascismo y Revisionismo Histórico

La Argentina y el Imperialismo Británico es una experiencia parecida a la del Facundo salvo en contenido. Parecido en que es un texto tan enojado que de poder transformarse la bronca en calor podría hacerme unos huevos fritos sobre su tapa. Pero salvo en contenido porque quien era bueno ahora es malo. Al parecer la élite, la oligarquía, fruto de la metrópoli urbana y letrada, es por naturaleza vendepatria. Quiere un país que no existe: protestante -por no decir ateo- y de ascendencia europea del norte, y no la gran patria hispánico católica que posee, mestiza. Y quiere un país servicial a Europa y no soberano, un reducto colonial y no una gran nación que pueda hacerle lucha a las otras potencias regionales. Todo es no deconstruido sino directamente invertido: el gaucho es el sujeto nacional, los caudillos como Rosas fueron quienes lideraron la verdadera lucha por la soberanía hispano católica -por la nación-, y los líderes de la civilización -aquí oligarquía- no solo no son los grandes ídolos que se supone que son -como Rivadavia, que dejó a San Martín a su suerte, o Saavedra, que dejó a Artigas a su suerte, ambos preocupados más por sus intereses económicos que por la gesta patria- si no que nos trajeron todos los males: una política económica que nos hace subditos de Inglaterra, una política migratoria que nos llenó el país de extranjeros de izquierda de Europa y la democracia que nos puso a figuras como Yrigoyen en el poder. Pero no importa, como dijo Lugones, es la hora de la espada: como en Ayacucho, el ejército debe volver a tomar el poder y rectificar lo que está deformado, y asegurar la nación soberana.

Así lo quiere la historia.

Autor: Martínez Estrada - Época: Crisis del 29 - Fuentes: Vitalismo y Psicoanálisis

Radiografía de la Pampa es en demasía nietzscheano, pero en las cosas buenas de Nietzsche. Principalmente la realización que tomamos a una lagartija como si de un dragón se tratara: en el honestazo de que nos estamos engañando mucho. Los españoles que vinieron acá no eran civilizados, vinieron escuchando sobre el oro azteca e inca y vinieron a matar indios con tal de enriquecerse. Pero se encontraron nada, no hay nada en este país, solo desierto, o más bien, desierto comparado a lo que tenían en mente. Se dividieron enormes extensiones de tierra vacua como si nada, volviéndose más reprimidos en su desilusión, más violentos.. Es represión escaló hasta el nacimiento del gaucho: no fue la toma legítima del español por sobre la india, como dice Lugones, sino la violación de la india por el español luego de la muerte violenta del indio lo que da nacimiento al gaucho. Y de ese par de padres, solo puede nacer una nación reprimida, destinada a traer de Europa ideas modernas que para el suelo y el contexto de acá no sirven. Podemos llenar el país de telégrafos y vías férreas pero no van a servir de nada si no nos aceptamos como somos ni nos damos un rol en el mundo. Vivimos en engaños encerrados en engaños: que somos europeos, que tenemos un gran lugar en la historia, que si estamos al día con las ideas civilizadas todo va ir bien. Nuestros gustos rebelan nuestros defectos: el ombú es la planta nacional y es un árbol que no da ni fruto ni madera, solo sombra, una ausencia; el tango, una cantinela melancólica que trata a la mujer como objeto. Solo cuando los de abajo se den cuenta del engaño en que viven, en la pantomima que ellos y sus líderes se convencen de que viven, podrá el país ser libre y vivir como tal.

Así lo quiere la historia.


Dios gracia, el peronismo rompió con esto. Con tener cada veinte o treinta años un "nuevo" Facundo que analice la realidad desde otro conjunto de ideas exportadas de Europa -Europa siendo siempre Francia, Alemania e Inglaterra claro está- y muestre como por necesidad las cosas son como son ahora y como por necesidad van a cambiar positivamente acorde a ese marco de análisis. Pero no, cada vez fracasa más. O más bien, cada vez se necesitan hacer saltos dialécticos cada vez más elaborados y absurdos para que todo entre en el marco de lo que queremos que cuando ocurrió el peronismo todo se vino a bajo porque bueno, nadie lo esperaba y nadie se sentía muy cómodo con él. No hago un juicio normativo de su positividad solo digo que en ningún marco entraba: la gran parte de la intelectualidad argentina se opuso a él viéndolo como un fascismo nacional -comprensible-, pero luego vez que muchos que se opusieron al peronismo fueron también o más fascistas que este. El peronismo desde casi todo marco de análisis que uno le haga no entra porque era ecléctico y elástico ideológicamente, al menos el primer peronismo era así. Estrada parecía al final de la Radiografía percibir la llegada de un movimiento popular de abajo que no se enmarcara en un relato previo pero luego se encontró con el peronismo y también lo rechazo.

Pero bueno, tratemos de ver patrones, que eso es lo que importa. Hay siempre una dialéctica de un arriba bueno y un abajo malo, ambos surgidos por la necesidad histórica y que yendo al primer bueno-malo -civilización y barbarie- se puede encontrar una solución a los problemas que tenemos ahora con ese mismo bueno-malo. Y uso las infantiles bueno y malo porque llamar a estos análisis elaborados es insultante. Los más acertados en sus análisis terminan en los peligrosos delirios de sus ideologías -como Ramos Mejía y los Irazusta- o dicen tantas idioteces a veces que agujerean un análisis sólido -como Estrada. ¿Que creían? ¿Que ponía lo de la craneotomía, gajo civilizatorio, hombre carbono, legado hercúleo, gesta nacional y el ombú para que ustedes respeten a esta manga de intelectuales clase mierda que les pones alguien de clase baja y se ponen a correr? Ni a los que tengo más respeto se bancarían las críticas que uno pueda hacerles porque es imposible no ver como manosearon la cosa para que todo se acomode a lo que quieren. ¿Cómo la patria no va estar conformada por su principal población, cómo ser más bien un productor económico nos hace legítimos como país, porqué el gaucho es buen hombre carbono y principal protagonista de la gesta patriótica del s. XIX y no el inmigrante europeo, porqué el poeta es quien mejor interpreta la realidad -y cómo podes fallar en comprender porqué gusta tanto el Martin Fierro zopenco-, porqué los militares son quienes tienen la solución si los militares son en parte responsables de la caída de la nación porque sus altos mandos son todos oligarcas y es la oligarquía la que desarrolló el moderno ejército argentino y porqué siempre suponemos que las clases bajas son unas reprimidas que viven en el delirio de grandeza europea? Y así, todo el rato, ad infinitum, non-stop. 

Todos quieren expresar una necesidad histórica del atolladero de un país que en el gran marco de la historia humana lleva existiendo media hora y lo peor de todo es que no solo sus análisis se desactualizan con tanta rapidez como las consolas de videojuegos sino que como quien no quiere la cosa no parecen ser conscientes de la pequeñez que tienen. Solo son la cara del último estreno llegado al Río de la Plata, la última idea que explique el fracaso argentino. Por desgracia, esta lógica sobrevive, como muchas de las ideologías que les exprese. Por suerte, no todos los años hay una nueva copia del Facundo. 

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