martes, 17 de agosto de 2021

Naufrago: la Naturaleza y la Soledad

 La aventura del naufragio es algo viejo. La inventa Dafoe a partir de la historia real de los náufragos Serrano (en un atolón del Pacífico más bien cálido) y Selkirk (en una isla considerablemente más fría del mar chileno). La clave de estas historias es la de un hombre de la civilización que se ve separado de ella, siendo escupitado en la naturaleza solo para poder superarla gracias a las herramientas que brinda la civilización. O, si nos ponemos los lentes negros anti-ideología (patentados por nuestro esloveno favorito), es la civilización europea imponiéndose al mundo salvaje (sobre todo América) gracias a su superioridad moral y sapiencial. Dos grandes contra-argumentos son conocidos a la historia de Dafoe. El primero es Los Viajes de Gulliver, en la que Gulliver también es un representante de la alta nata europea y tiene en la cabeza ideas parecidas, solo para ser domado por la realidad de que no solo hay lugares en los que uno sufre extremadamente entre gente "salvaje" sino que para algunas de esas gentes uno es el salvaje. Sale un humanitario de viaje y vuelve un cínico misántropo, para Swift la superioridad occidental es un mito. El otro, más exitoso (puesto que salió cuando el sistema ideal occidental se resquebrajó mucho) es El Señor de las Moscas. Malinterpretado, la historia de Golding no es que el hombre en naturaleza entra inmediatamente en el battle royale, todos contra todos, de la naturaleza que postulaba Hobbes, sino que la educación británica produce los tipos de sujetos que por un lado se llenan la boca sobre su comportamiento "civilizado" pero que son tan egoístas que de caer en tal situación entrarían a matarse entre sí. Pero no quiero hablar de esas historias porque mis basas sobre ellas son más bien opiniones de terceros que propias y por ende no muy sólidas. En cambio, quiero presentar otro contra-argumento, Naufrago, de Robert Zemeckis. 

Derzu Uzala. Quizá no la conozcan pero es una breve novela basada en hechos reales sobre un geógrafo militar ruso y su relación con un cazador de la Siberia coreana. Fue adaptada en una coproducción soviética-japonesa dirigida por el mismísimo Kurosawa. En ella se ven consonancias temáticas en cuanto a los tópicos del sujeto, la soledad y la naturaleza con la obra de Zemeckis, así que voy a nombrarla varias veces. 



En Naufrago, Chuck Noland es un representante de la sociedad humana en su más alto calibre: es un empleado de una compañía de correos. Se mata por su compañía, yendo y viniendo de un lado a otro en el mundo por orden empresarial, se encarga de la llegada de hasta el último paquete, cronometrar hasta el último segundo. Es un obsesivo perfecto para su rol de burócrata-empleado del mes. Ética laboral protestante con dos piernas, el sujeto que se desvive por la empresa casi hasta en su propia contra. El hombre ni siquiera se casó con su novia aún y se va de su casa en Navidad -que, a ver, acá es importante pero allá en Estados Unidos es prácticamente deber religioso con sus rituales y todo- solo para terminar en medio del océano. Comparado con un marino o un capitán, Noland no es un héroe de acción. Al contrario, es un tipo común y corriente. Es el chiste del personaje de O'Brien en Star Trek - Espacio Profundo Nueve: entre todos estos héroes no puede llamar la atención en lo más mínimo, pero ese es el punto. Por tristeza, los bravos capitanes, los lobos de mar, no existen, al menos no en una cantidad importante. Sí existen muchos Chucks Nolands: trabajadores de clase media baja que se desviven en su labor de sueldo aceptable hasta que les llega la jubilación y no saben que hacer de sí mismos o mueren antes de un síncope, lo que llegue primero. Antes que ser héroes vamos a ser civiles y antes de que nuestros nombres aparezcan en los libros de historia va a ocurrir de todo porque lo más probable es que de cuajo no aparezcan. Es así, que quieren que les diga. 

Así que, cae Noland al mar y al principio trata la situación lo más neutralmente posible. Que me van a ver, que me van a rescatar, que es lo que hay, toca esperar, comer me da algo de asquito, manufacturar cosas va a ser difícil, esto duele. Lentamente la esperanza va muriendo porque, eso es lo que hay. El océano es enorme, sobre todo el Pacífico, lo más seguro es que lo dieron por comida para peces hace tiempo. Le toca "aclimatarse", ser parte de la naturaleza de la isla del pacífico, ser un ser de ella. La transición Zemeckis la hace con la escena de arrancarse la muela. Arrancarse la muela con el ski es Noland aceptando que va a doler. Que el dolor es natural, que la naturaleza es dolor, que si quiere sobrevivir va a tener que aceptar tal dolor y aprender a soportarlo en piel y carne. Y la verdad es que tan equivocado no está. Reduzcamos la actividad humana al sustento. Los primeros humanos muchos tienen huesos rotos o recuperados de viejas quebraduras seguramente provocadas por las bestias de la sabana africana. Hasta que supimos que cosas eran comestibles y cuales venenosas gente se murió haciendo la primer prueba de sabor o al menos sufrieron hasta que se recuperaron. Y no es que el trabajo manual está en mejor valuación. La razón por la cual la gran parte de tribus de la Tierra siguieron siendo nómades cazadores recolectores -recuerdo que me comentaba una profesora de antropología hará el 2019- era porque, sorpresa sorpresa, desgarrar la tierra -con herramientas o no-, plantar, cultivar y segar es un trabajo cansador, exhaustivo, que te deja sin energías.  Sobrevivir la naturaleza es aprendersela, entrar en costumbre, aprender sus patrones pero sobre todo es vivir con dolor. Con hambre, con frío, con cortadas, pies llenos de callos explotados hasta que ya no sentís la planta al caminar, la piel quemada bajo el sol, las picaduras de los insectos, jaquecas. Y Noland lo logra. 

¿Pero como? 

Derzu Uzala era un cazador coreano de la Siberia que tenía contacto escaso con otros seres humanos. El cazaba y originalmente mantenía su familia pero todos murieron por una peste. Desde ahí se dedico a las pieles, sobre todo de zorro. Tenía profundas creencias animista. El se va del bosque hacia Rusia porque cree que el bosque ya no le va a proteger ahora que mató a un tigre. Y en Rusia es donde muere. La civilización europea, o más bien, la modernidad occidental no recibe a Derzu, lo rechaza. Y es recíproco. Muchos controles, muchas reglas, mucha gente, muchos impedimentos para alguien que solo quiere cazar en paz. Derzu muere solo en un mundo que le es ajeno porque siente que en el suyo original ya no es recibido. Para el cazador la vida en el bosque, sin familia y con pocos amigos no era soledad porque el bosque y sus animales le acompañaban: su animismo le hacía comprender que formaba parte de un mundo mayor, de un sistema mayor, con sus reglas y principios. La crónica del geógrafo Arseniev es interesante porque da vuelta la ecuación: el hombre civilizado no puede sobrevivir en la naturaleza, es incapaz, pero si el animista, más este no puede vivir en la civilización, o para ser más claros, en la alienación. Regresemos al cálido Pacífico.

Noland logra domeñar la isla. Sabe pescar, fabricar con los recursos que tiene disponibles, soportar el dolor. Pero no puede con la soledad. El ser humano no puede con la soledad. Está incapacitado. Puede aislarse pero solo hasta cierto punto. Citando a un producto que quizá conozcan*: Si nada existe fuera de uno mismo, no puedo uno determinar su propia existencia. Es decir, sin que otros nos reconozcan, no somos nosotros, seremos algo, pero no somos alguien. De ahí que Noland haga tres cosas en la isla además de aprender a sobrevivir: considerar el suicidio, planear su escape y Wilson. Wilson es un invento, una solución a un problema, alguien que le recuerda que el es Chuck Noland, empleado número uno de FedEx y no que todo eso fue el sueño de un isleño solitario, que tiene un lugar a donde regresar, alguien con quien hablar, alguien que le haga compañía. 

Pero Noland va a morir en esa isla por las mismas razones que Derzu muere en Rusia. Lo va a matar la soledad y la extrañeza. Noland recurre al animismo, sí, pero no le da vida con su mente a las palmeras o al océano sino a una pelota de voley porque eso representa su mundo. Debe huir. Y lo hace. Pero no sin pérdidas. Wilson se pierde y el sufre. Noland no puede aceptar que pierde a su amigo, a su única compañía. Real o no, tal cosa no viene a cuento. Uno cimienta vínculos con las cosas y queda encadenado a ellas, le guste o no le guste. Pero Wilson debe morir porque Wilson es el naufragio, es la naturaleza, es la soledad y la necesidad que tenemos de estar acompañados porque no funcionamos si no. Si Noland quiere volver a vivir en sociedad debe dejar morir a Wilson. Y le rescatan, y es apenas un hombre funcional. Queda terriblemente traumatizado, es incapaz de relacionarse con las otras personas. Su amor con Kelly es imposible. Pero como Zemeckis muestra, el daño no es irreparable. La ecuación no es, como Dafoe decía, el hombre contra la naturaleza o la civilización contra ella. No. Es el ser humano contra la soledad. No una soledad comprendida como falta de personas necesariamente, sino el naufragio del mundo en que uno vivía.  

El ser humano no puede con el peso de la soledad, inevitablemente necesita de otros.



 

*Cité a Evangelion. Lloren un río. 

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