viernes, 30 de abril de 2021

Monster: Identidad Personal

El mal entre los humanos es un asunto muy difícil de separar del ego. 



Monster es una obra larga. Un drama extenso sobre temas muy jodidos y complejos. Y es el mejor manga que hay. Lo lamento, si ustedes piensan que es otro están equivocados y van a tener que aprender a vivir con eso. Lo siento, no escribo yo las reglas. La trama es la cruzada que emprende nuestro protagonista, el neurocirujano japonés Kenzo Tenma, para detener la conspiración asesina de un antiguo paciente al que él salvó la vida diez años atrás, el Johan Liebheart. El ambiente es la Europa Central de los noventa y las consecuencias de la guerra fría y el represivo régimen soviético de la Alemania del Este y Checoslovaquia. 

El conflicto central de Monster se puede reducir a las antitéticas respuestas que dan Tenma y Johan al hecho de que los seres humanos vamos a morir, la falta de certeza sobre quien uno es y cómo la represión del Estado y todos sus crímenes parecen concluir en un callejón sin salida en términos de justicia. En resumen: humanismo versus misantropía. Analizar esto al pie pide un trabajo mucho más refinado, si trato de moverme pasionalmente en una obra tan larga y compleja solo voy a conseguir tropezarme conmigo mismo, así que iremos en partes: una primera parte dedicada a la reacción de Johan, sus tesis y como las representa en sus acciones, y la otra a la repuesta que Tenma y los demás héroes de la historia contraponen. Aclaro, sin embargo, que el tercer punto no va a ser analizado acá: todo lo político de las obras de Urasawa va a ser eventualmente analizado en un trabajo mayor en algún futuro distante. Así que hablaremos solo de la muerte y de la identidad acá, que ya son por sí mismos dos temas largos y complejos.



Empecemos por el primer punto: Johan está convencido de que la vida humana carece de valor justamente porque todos vamos a morir. Para el esto significa la igualdad humana: todos somos iguales por que todos vamos a morir, y como todos vamos a morir nuestras vidas carecen de valor por no ser permanentes. Todo lo que hagamos, sintamos o pensemos es un dibujo en la arena de la playa. En la gran escala de las cosas vale poco y nada. Y los humanos somos, para Johan, despreciables. Realizamos acciones viles: genocidio, represión y desaparición de personas, asesinato, tortura. El es justamente una víctima y por ende resultado de la brutalidad humana: es fruto de un experimento genético, fue sujeto de los cuentos experimentales hipnóticos de Franz Bonaparta y luego estuvo en el Kinderheim 511. Estos experimentos psicológicos son los que lo vuelven un super soldado, pero no del tipo Capitán América sino más bien un asesino frío, experto en manipulación y planificación. Para él, el exterminio de la humanidad, una humanidad que solo puede ser inmoral, es casi un bien, algo noble. 

Si no basta con el daño que se hace a sí misma la humanidad en su conjunto, luego está la eliminación de la identidad personal. Previamente nombre la institución Kinderheim 511: este lugar -completamente ficcional, aclaremos por si acaso- era un orfanato de Alemania del Este en el que el Ministerio del Interior llevaba a cabo un experimento de corte psicológico para producir super soldados. El principal método para lograr esto era la eliminación de la identidad personal: Grimmer y Roberto, dos personajes víctimas del Kinderheim 511, son completamente amnésicos respecto a quienes eran antes de entrar ahí y son a-emocionales. Esto es, son incapaces de sentir emoción alguna ante las cosas: la comida no les sabe ni bien ni mal, no se enamoran ni sufren duelo, ni alegría ni enojo. Grimmer finge todo por su parte y Roberto recupera un poco de su humanidad pero también es generalmente un sujeto apático. El summun de esto es lo que debe ser la anécdota del pasado más dura de Monster o al menos una que pega en el top 10: cuando el bebé que Grimmer tuvo murió de muerte súbita el hizo los primeros auxilios y todo pero no podía sentir pena alguna. Le era indiferente en su fuero interno.

Johan se salva de perderse a sí mismo en Kinderheim 511 pero esto es porque el mismo ya está modificado de base. Esto es muy elaborado así que vayamos en partes: Johan y su hermana Anne eran parte de las lecturas de Franz Bonaparta, un experimento de corte hipnótico en el que a los niños les leían cuentos que les hacían olvidarse del sentir en general. En un momento la madre de ambos escapa y para esconderse aprovecha el parecido de los gemelos y los viste a los dos de niñas gemelas, mientras se refugian en la residencia de las Tres Ranas en Praga. Sin embargo, Bonaparta los reencuentra y le pide a la madre de ambos que le entregue uno de los niños. Ella le da a Bonaparta a Anne y ella es testigo de la masacre de la mansión de las rosas rojas en la que unas cuarenta personas murieron envenenadas y es ahí donde el psicólogo y cuentista le dice que todas las personas pueden volverse algo radicalmente distinto a lo que son. Ella escapa, regresa con su hermano, le cuenta la historia y ahí ocurre la translación: Johan se convence que fue él quien estuvo en la mansión de las rosas rojas. Y el peso de la situación empeora cuando tomamos en cuenta la conclusión final que le da el mismo Johan a Tenma: ¿que acción fue la de su madre? Porque tenemos muchas opciones: acaso entregó a Anne eligiendo sacrificar a ella por sobre su hermano conscientemente, o quiso entregar a Johan y lo confundió con Anne por el disfraz femenino que llevaban, o fue una acción al azar. Es una pregunta muy pesada que no tiene una respuesta correcta y cuya respuesta solo podría provocar daño. Nadie puede salir bien parado ante semejante respuesta. Es ese el momento en que Johann pasa de víctima a victimario, donde se vuelve el monstruo como tal, siendo él, Grimmer, Roberto y, hasta cierto punto, Tenma al entrar en su cruzada contra Johan -pasando de neurocirujano y ser de luz a alguien dispuesto a matar- gente que pareciera ser pruebas a favor del argumento de Bonaparta: los humanos podemos cambiar a lo que sea en cualquier momento bajo las circunstancias adecuadas. Podemos ser asesinos a sangre fría, ser apáticos ante el universo, podemos ser el próximo Hitler.

Esto y, la tendencia a hacernos daño y el hecho de que todos vamos a morir, son las bases en las que Johan afirma la necesidad de la muerte de toda la humanidad en su conjunto. Pero esto es una obra de Naoki Urasawa, lo que es una forma de decir que el hijo de su madre te va a hacer llorar como un perro solo para regresarte la fe en la humanidad. Así que veamos el camino positivo.



Tenma es un médico. Vemos como por trabajar de lo que trabaja el vuelve al mundo un lugar objetivamente mejor: gente que si no fuera por él estaría muerta o incapacitada puede seguir disfrutando de una vida placentera. Opera en los términos del juramento hipocrático, esa, desde el principio de la historia, es su redención: tratar a todo paciente que le llegue. La vida no es permanente, todos vamos a morir, Tenma admite esto en su fuero interno, pero por eso toca evitar todas las cosas que provocan su terminación. La falta de infinitud de la vida es lo que hace, para todo lo que vendrían a ser los héroes de la obra, que esta valga la pena vivirla en su completitud y, sobre todo, alargarla. El horror no es que no exista, sino que Johan y sus allegados están encerrados en una visión de túnel. Johan es un super soldado-espía, casi está programado para manipular a la gente y tratarla como cifras y peones en su plan. Pero este ángulo de ver solo lo malo en los humanos elimina todo un ángulo de la vida que queda ignorado. Dieter le dice esto a uno de los chicos que Johan adoctrina: Dieter conoció el infierno, su tutor legal intentó con él repetir el experimento del Kinderheim 511 y tiene la piel llena de cicatrices, pero gracias a Tenma, Anne y los demás personajes que terminan conformando su nuevo entorno el puede ser un chico normal y disfrutar del futbol, la comida, etc. Lo mismo le dice a Anne cuando están en las ruinas de la mansión de las rosas rojas y las Tres Ranas: todos esos recuerdos de su pasado traumático solo le provocan dolor, debe reenfocarse en crear recuerdos que le den ganas de vivir, en ser feliz. Sin tener que irnos al extremo esto también es lo que pasa con el médico de un pueblito que se encuentran Dieter y Tenma: sí, el ser negligente con su primera esposa fue terrible y debe hacerse cargo de su falla como marido, pero no puede negarse el amor siempre. En resumen, la humanidad en su conjunto es malvada en tanto sigue permitiéndose a sí misma serlo, y la vida no es eterna pero solo está desprovista de todo valor si uno se esfuerza en hacerla miserable, indigna. Por eso las muertes en Monster te reducen: me hace menos ver que matan a Richard Braun, el detective que quería descubrir a Johan, porque el tipo estaba reorganizando su vida y ahora ya no es; me hace menos ver que matan a los padres adoptivos de Nina porque eran gente inocente que adoraba a su hija por completo; y me reduce que maten a Grimmer porque su vida fue un vía crucis.



Pero, también me alegro de que Grimmer pudiera, sin ser capaz de sentir nada durante la mayoría de su vida, ser capaz de ver el bien y el mal, actuar acorde a lo correcto, salvar vidas y por último morir siendo capaz de sentir. Grimmer es una antítesis a las demás víctimas de Kinderheim 511, de la misma forma que Nina también lo es en relación a Johan: la destrucción de sus identidades personales no es algo que los volviera necesariamente inhumanos. Nina también perdió su memoria y ella es la que vió la mansión de las rosas rojas, pero para cuando pierde esos recuerdos no es una asesina sino una the girl next door, y cuando los recupera sigue siendo quien es: una heroína. Que uno ya no pueda volver a quien uno era en su gloria, o a quien era en general, no es una excusa para el derrotismo y la brutalidad sino para bueno, de vuelta, rearmarse a uno mismo. Armar nuevos recuerdos, tratar de tener una vida digna de vivirse. Grimmer no ve su falta de humanidad como una excusa para nada sino como una razón para tratar de evitar que el Kinderheim 511 se repita. El mismo lo dice: nadie no debería ser capaz de disfrutar una salchicha, y nadie debería ser incapaz de sentirse por la muerte de su hijo. En esto último quiero remarcar, porque a Tezuka le gusta poner padres sin hijos (en Pluto tenemos Tenma que perdió a Tobio y Gesicht que perdió a su hijo adoptivo, y en Chicos del Siglo Veinte Otcho pierde a su hijo también pero hablaremos de esa obra en otra ocasión) en sus obras porque quiere hacernos sufrir, pero también porque parece indicarnos que incluso después de lo que debe ser la caída más profunda que alguien pueda sufrir, el verdadero abismo tocable, aún así se puede seguir viviendo. De ahora en más, todo lo malo que proceda es que llueva sobre mojado. No hay nada peor que se le pueda hacer a Grimmer o a Roberto luego de Kinderheim 511 porque ahí se rompió el paradigma. No hay nada peor que se le pueda hacer a ninguno de los gemelos Liebheart porque es imposible caer más abajo. Todo lo que toca es continuar para hacer el mundo mejor. Podrán destruir quien sos, tu identidad personal puede ser borrada por completo, ya sea que maten a todos los que te conozcan, o que te borren tus recuerdos. No importa, vos sos quien decide si va a seguir haciendo girar la rueda de tragedias. De vuelta, visión de tunel: Johan y sus allegados solo ven como camino de acción lo que sufrieron porque no quieren pararse cinco segundos desde otro ángulo. ¿El mundo es un lugar injusto y horrible? Ah no me digas, ¿no tenes planeado hacer algo para mejorarlo? ¿Vas a empeorarlo a propósito? 

Cuando puse arriba que el ego no se aleja del mal me refería a esto: no hay una acción maligna que se haya realizado viendo las cosas desde la perspectiva ajena. Siempre desde la propia. Pues quien decide matar o torturar lo hace porque, al actuar de base, no considera que haya otra opción porque lo ve desde sí mismo. Johan no hizo ni el esfuerzo de salir de la ecuación, Anne sí: por eso ella se ve horrorizada al darse cuenta de como él mató a todos los que estuvieron en medio de su escape República Checa. La fábula del monstruo sin nombre concluye esto: el monstruo sin nombre no puede ser feliz porque solo cree que hay una forma de actuar, de hacerse feliz, la formación de una identidad a partir del despojo y destrucción del otro -si no les resuena un poco a la lógica genocida del nazismo, no se que quieren que haga-. En esa lógica opera Johan y todo el éxito de Tenma es como él, a lo largo de todo la historia, impone una visión mucho más expansiva de las cosas y evita caer en una visión de túnel que solo ve en la violencia una solución a la violencia.  

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